miércoles, 3 de marzo de 2010

Opinión personal


A veces es difícil medir la felicidad que aportan ciertas cosas. No siempre podemos decir esto es un ocho sobre diez, aquello otro sin embargo es tan solo un siete y medio.

En determinadas profesiones esto es complicado, cómo medir la eficacia de un agente de la policía, cómo saber si está haciendo mejor o simplemente bien su trabajo, cómo saber que su trabajo es excelente. Los gestores, los órganos de control, los inspectores, buscan medidas, en el caso anterior, por continuar con el ejemplo, tendrían supongo que fijarse en índices como el número de denuncias, la puntualidad, la falta de apercibimientos.

Ahora que se está planteando otra nueva reforma de la educación, no sé si con mayúscula o minúscula, ha salido el tema de la productividad docente. Papeles y más papeles. Todo se recoge en informes. El mejor profesor, el que mejores fichas lleva, el que retiene en su memoria de papel datos, días hacendosos y días aciagos en los que determinados alumnos no hicieron esto o aquello o ninguna de las dos cosas. Datos de las entrevistas con los padres, con las madres (como le gusta a nuestra ministra de Igualdad), con los alumnos. Mares de papel y de datos que nos reducen a ser poco y luego nada hasta desaparecer detrás de esa maraña de tantos por ciento como una mancha de tiza en la camisa de un profesor despistado, que se borra para siempre con un solo gesto de la mano.

Además, por qué sólo una nota, por qué no varias, por qué no valorar distintas cosas, por qué todo el trabajo tiene que resumirse en un dato al fin de cuentas. Y aún más, pienso en mis alumnos. ¿Es la calificación del alumno una verdadera calificación del alumno?

Yo no lo sé, no sé si algún día alguien vendrá y me dirá: es usted un siete sobre diez, no más, pero tampoco menos, así que debe usted cobrar en proporción a eso. Y cuando yo reclame se me dirá, muy ordenadamente, que a la hora de evaluar la transferencia de saber y teniendo en cuenta las notas de mis alumnos no doy pa más.

Pero yo me quedo con una camiseta y cierta complicidad, que sí, que es cierto, que he aprovechado para llevármelos al huerto, para que sin darse cuenta trabajen más, sepan más, pero también para que sea más fácil recordar que trabajamos con personas y que todas somos, de una manera auténtica, especiales. Eso es lo que yo he aprendido. A ver ahora qué es lo que habéis aprendido vosotros.

Antonio Casado
26/02/2010
Diario de El Marquesado.

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